Publicado el 18º mayo 2020

Seguramente habrás oído este mantra hasta la extenuación: «Dar el pecho es lo mejor», una afirmación que puede acabar añadiendo demasiada presión a las madres primerizas en un momento en el que se sienten vulnerables. Actualmente, desde que se desencadenó la pandemia del coronavirus, son muchos los padres y las madres primerizos que se preocupan más que nunca por cómo proteger a sus recién nacidos de este enemigo invisible. Bien, pues en realidad no hay que buscar demasiado lejos: la respuesta se encuentra en esa sustancia mágica que produce el cuerpo de la madre. La leche materna tiene beneficios maravillosos, desde el factor nutritivo y el de establecer vínculos hasta el de formar el microbioma del bebé para el resto de su vida. Sin embargo, uno de los beneficios más importantes (y ahora más que nunca) son las increíbles propiedades que la leche materna tiene a la hora de proteger al bebé de posibles infecciones.

La leche materna tiene una gran capacidad de respuesta, ya que su producción no solo aumenta o disminuye en función del hambre del bebé y sus períodos de crecimiento, sino que también reacciona con rapidez a las necesidades del bebé a corto plazo, tanto cuando es él quien no se encuentra bien como cuando es la madre.

¿Cómo protege al bebé la leche materna ante infecciones?

La lactancia tiene muchísimas propiedades increíbles, entre ellas una tan impresionante que ninguna leche de fórmula puede replicar: la leche materna puede proteger al bebé ante infecciones de múltiples maneras, ya que contiene anticuerpos y células inmunitarias producidas por la madre cuando esta sufre una infección causada por una bacteria o un virus. Es decir, gracias a la lactancia, puedes conferir inmunidad a tu bebé para que, si se enfrenta al mismo patógeno, su cuerpo esté equipado para luchar contra ello.

De esta manera, incluso a largo plazo se podrían reducir las probabilidades de que el bebé pueda contraer infecciones frecuentes durante la primera infancia, como resfriados y enfermedades parecidas a la gripe, o infecciones del oído o respiratorias.

Por eso, cuando no te encuentres bien, no dejes de dar el pecho: no solo es seguro, sino que además es probable que estés transfiriendo tus propios anticuerpos al bebé, para que le protejan cuando se enfrente a la misma enfermedad.

¿Cómo responde la leche materna cuando el bebé no se encuentra bien?

Una de las características más fascinantes de la leche materna es su capacidad de adaptación, no solo cuando la madre no se encuentra bien, sino cuando sucede lo contrario: si tu bebé tiene una infección, la leche materna puede cambiar su composición para responder a las necesidades de tu hijo y adaptar sus propiedades para ayudarle a luchar contra los microbios.

Cuando el bebé se engancha al pecho y empieza a mamar, se crea un minivacío. Actualmente los científicos apuntan a que lo más probable es que el cuerpo de la madre sea capaz de responder a la necesidades de alimentación del bebé por la saliva que este puede transferir de su boca al pecho de la madre, y de ahí, al mezclarse con la leche que hay dentro del pecho. Es lo que se conoce como ​​flujo retrógrado de la leche​

Una teoría para explicar este fenómeno es que, al expulsar la leche, la presión en el conducto de la leche aumenta, los conductos se dilatan y entonces la leche fluye hacia el pezón y la boca del bebé. A medida que se agota la oxitocina que se libera al amamantar al bebé, la presión en esos conductos aumenta de nuevo, por lo que el tamaño de los conductos se reduce y permiten que la leche fluya hacia el interior del pecho, seguramente mezclada con la saliva procedente de la boca del bebé. En ese momento, es posible que algunos microorganismos del bebé se mezclen con la leche que entra de nuevo al pecho, sobre todo durante las pausas en la succión, estimulando así una respuesta que lucha contra la infección.

Lo que sucede a continuación es que las glándulas mamarias se llenan de células de tu sistema inmunitario (como los glóbulos blancos que ayudan a luchar contra infecciones) que se pueden transferir al bebé y ayudarle a crear una respuesta a la infección a la que se enfrentan.

La leche materna es dinámica y responde de muchas maneras; de hecho, si te sacas leche, podrás ver que cambia de color y consistencia en función de cada momento. Entre otros factores, los cambios se deben a lo siguiente:

- El tiempo que haya pasado desde la última toma: en función de cuándo fue, el contenido graso de la leche se puede ver afectado, así como el volumen de leche y su grado de disolución.

- El momento del día: el contenido graso de la leche materna puede ser más elevado durante la mañana.

- El peso del bebé y sus períodos de crecimiento: es posible que el bebé mame con más frecuencia en los momentos en que tiene períodos de crecimiento, y que eso cambie la composición de los nutrientes en función de sus necesidades.

 

La información médica contenida en este artículo se ofrece únicamente como recurso informativo y no debe utilizarse ni fiarse de ella con fines de diagnóstico o tratamiento. Consulta a tu médico para que te oriente sobre una condición médica específica.